A escasos kilómetros de Madrid, nuestra Capital tiene desde hace tiempo un auténtico lugar de recreo que nada tiene que envidiar a esos puntos de veraneo donde los madrileños pueden mitigar, cómoda y confortablemente, los rigores estivales, al mismo tiempo que remiendan su salud, y lo que es más importante, es un verdadero pulmón (el tercero) para los niños. En este punto mágico por su emplazamiento, por su aire y por su ambiente, quien esto escribe ha podido comprobar cómo hasta el yodo marino llega hasta El Espinar cuando la brisa orea las alturas espinariegas, un Ayuntamiento, celoso y vigilante, impregnado de ese sentido, realista y práctico que las autoridades gubernativas, señalaron, viene realzando una callada y silenciosa labor en pro de su vecindario y de los madrileños que a millares se trasladan a El Espinar (o a su magnífico barrio de San Rafael), dotado éste también de las máximas comunicaciones por carretera y ferrocarril.