SOBRE SAN EUTROPIO Y SU RELIQUIA por Servando Hurtado














SOBRE SAN EUTROPIO Y SU RELIQUIA
Revisando y contrastando unos datos he
encontrado un texto donde se hace alusión a San
Eutropio, su martirio y sus reliquias.
Inmediatamente, esto último atrajo mi atención
enormemente. Del martirio, ya tenía algún
conocimiento de cuando fuimos en 1997 en
peregrinación a Saintes (Francia), por el VII
Centenario de la Carta Puebla y pudimos
contemplar la basílica con la extraordinaria cripta
románica donde se localiza el sarcófago con los
restos de nuestro Santo Patrón. Más la reseña abría
un capítulo muy atractivo sobre el tema de alguna
de sus reliquias.

Para situarnos en el personaje del
martirizado obispo San Eutropio y El Espinar, me
parece oportuno recordar un poco de historia: En
el año 1169, Alfonso VIII de Castilla (el de Las Navas de Tolosa), superada la
mayoría de edad y proclamado rey con 15 años, fue desposado con la princesa
Leonor Plantagenet, hija del rey Enrique II de Inglaterra y de Leonor de
Aquitania, que había sido reina de Francia por su primer matrimonio con Luis
VII. Este matrimonio pactado llegó a tener amor y armonía. Tuvieron catorce
hijos, aunque tan solo nueve llegaron a la adolescencia, y de ellos seis fueron
reyes de diferentes reinos. Excepcionalmente fueron abuelos de dos “reyes
santos” (Fernando III de Castilla y León y Luis IX de Francia), y de ellos
descienden todas las casas reales de Europa. La dote de la princesa fue el
Ducado de Gascuña, situado en el extremo suroeste de Francia, y sobre el que
la corona de Castilla tenía ciertas pretensiones que nunca se llegaron a alcanzar.
Según la “FUNDACIÓN, NOBLEZA Y COSAS MEMORABLES DE LA VILLA DE EL
ESPINAR” de Don Tomás Bañez de Ribera escrita en 1649 “en dicha dote de la
princesa iba incluida una ganadería 40.000 ovejas, que se conocieron como merinas, pues
llegaron por mar a las costas castellanas de Santander”. Una vez acabados los fastos
de los desposorios, los nuevos reyes castellanos, decidieron enviar dicha cabaña
de ovejas a pastar en el gran valle segoviano, situado al noroeste de la sierra
del Guadarrama, y que hoy forma parte del corazón del Término Municipal de
El Espinar. Con los avances en la Reconquista logrados durante el reinado de
Alfonso VI las Comunidades de Ciudad y Tierra de Segovia, Ávila, y Salamanca
habían supervisado los nuevos territorios hasta Toledo, donde dicho monarca
estableció su residencia durante largos periodos. En algunos casos en
connivencia y acuerdos con los musulmanes. Igualmente, durante la minoría 
de edad de Alfonso VIII, la resistencia al poder almohade estuvo en manos de
musulmanes hispanos, como el llamado “Rey Lobo” (Ibn Hamuscko), las
mencionadas milicias concejiles de Toledo, Talavera, Segovia, Ávila, Huete y
Salamanca, y caudillos fronterizos como Fernando Rodríguez de Castro, pero
a partir de 1169, Alfonso VIII, en persona, llevo a cabo el gobierno del reino y
una campaña de consolidación de los territorios. De ahí el establecimiento del
asentamiento ganadero de la cabaña de ovejas de la dote de Leonor en una zona
de paso tan importante como es este valle de la vertiente septentrional de la
sierra del Guadarrama, entonces conocida como “Sierra del Dragón”.

A cargo de la citada ganadería vinieron algunas personas de la comitiva de la
nueva reina, (Tomás Bañez de Ribera en su escrito los relaciona como “deudos”
de Leonor) de tal manera, que al poco de llegar, decidieron levantar una iglesia
al santo de su devoción, San Eutropio, cuyas reliquias, como ya hemos visto,
se encuentran en la basílica de su advocación en Saintes. Estas gentes
encargaron a un escultor de su tierra de origen, conocedor de la imaginería de
la zona, que les tallasen una escultura de San Eutropio para que presidiera su
iglesia, siendo esta, la imagen que se saca todos los años en procesión por las
calles de El Espinar el treinta de abril, fecha en la que la iglesia católica celebra
su martirio. Desde entonces, se venera a este primer obispo y mártir de la ciudad
de Saintes, como patrón de El Espinar. En 1997 se llevó a cabo una restauración
de dicha talla, y los técnicos del taller de Simancas de la Junta de Castilla y
León que intervinieron en ella nos ratificaron que una vez analizados talla,
pigmentos, texturas, tratamientos de la policromía y pintura, estaba claro que
era una pieza realizada a finales del siglo XII en la zona francesa de la Santonge,
es decir en el ducado de Aquitania. De hecho, debió de haber una cierta
relación, de estos territorios con la corona pues ya en 1172, Alfonso VIII
ratificó la delimitación realizada por su abuelo, ante una reclamación de la
“Universidad de Ávila” sobre el Campo Azálvaro, los mismos reyes pasaron
temporadas en Segovia, donde nació su primera hija Berenguela en 1180, y
después de fundar el Monasterio de Santa María de la Huelgas de Burgos en
1187, nuestra aldea de Santa María de Prados estuvo vinculada a dicho
monasterio en varias ocasiones.

Hay varias teorías sobre la
vida de San Eutropio. Algunos
estudiosos le sitúan en el siglo III, y
otros como Gregorio de Tours en “In
Gloria Martyrium” afirman que,
Eutropio perteneciente a una familia
de la nobleza persa vivió en el siglo I
en la zona de Galilea. Una vez
convertido al cristianismo, el obispo
Clemente (Papa entre los años 88-97) le envió a predicar a la Galia junto a San Denís.
Después de un tiempo sin conseguir adeptos,
volvió desanimado a Roma, donde Clemente de
nuevo, le animó a volver con constancia en su
empeño de llevar la palabra de Cristo a la Galia.
Eutropio regresó a Saintes donde predicaba con
ánimo la palabra de Cristo, consiguiendo
convertir y bautizar a muchos gentiles, entre ellos
a la hija del Gobernador, llamada Eustela. El
encono de este fue tal que, expulsó de la ciudad a
Eutropio, que se vio obligado a refugiarse en un
tugurio de madera a las afueras de ella, lugar
donde siguió predicando, llegando a ser
nombrado Obispo. Un tiempo después, el
Gobernador, ante el éxito de los predicamentos de
Eutropio, encolerizado, decidió acabar con él, así pues, un 30 de abril le dio
martirio y acabó con su vida de un hachazo en la cabeza. Eutropio fue
enterrando en su tugurio. Siendo este el lugar elegido siglos después para
levantar la basílica con sus reliquias. La fama de San Eutropio fue aumentando
por sus milagros, y su basílica se convirtió en centro de atracción religioso, al
cual acudían multitud de peregrinos “… los que allí llegan, afligidos de toda clase de
enfermedades son rápidamente curados, los cojos se restablecen, los ciegos encuentran la
luz, el oído se devuelve a los sordos, los posesos son librados, las cadenas de hierro, las
esposas y otros instrumentos variados de hierro, de los cuales, el bienaventurado Eutropio
ha librado a los prisioneros, están allí colgados”. Al parecer los cautivos que habían
estado en galeras, cárceles o mazmorras, si conseguían salir con vida, le
ofrecían como acción de gracias a San Eutropio las cadenas que habían
soportado durante su pena, dejándolas colgando a sus pies. De ahí las argollas
que se pueden contemplar a los pies de la imagen de nuestro patrón situada a
los pies de la nave, en el bajo coro. Durante la Edad Media la ciudad de Saintes,
de origen romano, se encontraba en un punto estratégico de la Vía Turonensis
a su paso por el ducado de Aquitania. Era la capital de la región de la Santonge,
una importante área de religiosidad y de acogida de peregrinos. En aquel tiempo
las peregrinaciones a Santiago estaban en pleno auge. El mismo Guillermo X,
padre de Leonor de Aquitania había fallecido peregrinando a Compostela,
quedando Leonor como duquesa en pleno derecho del territorio más grade de
Francia.

Una vez centrados en la historia y el personaje, quiero recordar citada
reseña porque nos habla de su martirio y una peculiar reliquia:
“… el más avezado de los guardias, sin mediar palabra, tiró del hacha que portaba
propinándole un terrible golpe en lo alto de la cabeza, quedando está dividida en dos, y
provocando la inmediata muerte de Eutropio. Sus seguidores y Eustela misma se dispusieron a velarle y darle sepultura allí mismo, siendo el lugar donde tiempo después se levantó una pequeña capilla, y mucho más tiempo después, se construyó
la basílica y cripta a este obispo que tanta veneración tiene
en toda la región.

Como he comentado, del terrible hachazo la cabeza de
Eutropio quedó dividida en dos, de forma que el trozo más
pequeño quedó separado del resto junto con el trozo de sesos
correspondientes. Ante tamaña escena, Eustela sobrecogida,
se hizo con dicho trozo y con veneración lo depositó en su
velo guardándolo como reliquia.
Dicha pieza fue pasando de mano en mano creciendo cada
vez más su estimación y llegando a ser la base de leyendas
que hablaban de los milagros más prodigiosos que la
imaginación de aquellos tiempos pudieran recrear. Una de
las más famosas y populares dice que periódicamente, ¿cada
7? años, la sangre y el trozo de los sesos secos que albergaban el pedazo de cráneo recogido por Eustela, se volvían viscosos y blandos desprendiendo un intenso olor a rosas que embriagaban a los que estaban a su alrededor aconteciendo todo tipo de prodigios,
apariciones, desapariciones y fenómenos asombrosos que daban más pie a todo tipo de
leyendas, historias y cantares.

Casi seiscientos años después, la reliquia conseguida tras muchos ruegos y pagada a buen
precio, era venerada y custodiada en la colegiata de San Eutropio de El Espinar, y era
recogida en su Inventario de 1758 como uno de los tesoros más apreciados de la Villa”.
Nada más ver este último párrafo me vino a la mente el recuerdo del
“Inventario de 1758” que, hace casi dos años tuve la curiosidad de transcribir.
Es un interesantísimo documento que figura en el Archivo Parroquial de San
Eutropio correspondiente al 31 de octubre de aquel año. Fue motivado por el
relevo en el cargo del responsable de los enseres pertenecientes a la Colegiata
de San Eutropio. El nuevo firmante es Gerónimo Fernández García que ejerce
como “Escribiente de la Sacristía”, en sustitución de la vacante dejada por el
fallecimiento de José Ángel Fernández. Actuaron como representantes de “la
Principal” Manuel González Zamorano nacido en 1710 y Juan Manuel
González Herranz de Acinas nacido en 1724, ambos de El Espinar, que figuran
como “fiadores llanos y principales cumplidores y fiadores” que ven necesario
hacer dicho Inventario. Firman como testigos del vecindario Florencio
Testillano del Rey (natural de Navas del Marqués), Luis Fernández nacido en 1724
y Manuel Yagüe García nacido en 1717, mientras que Gerónimo Bernardo
Fernández, Manuel González Zamorano y Juan Manuel González figuran como
clérigos, por último, aparece Juan Manuel Bernardo Yagüe como escribano
público del Rey y del Concejo de la Villa.

El Inventario consta de cuarenta y siete hojas encuadernadas, donde se
recoge una retahíla de diferentes tipos de ropas y complementos ceremoniales de diferentes colores para cada época litúrgica
del año. Igualmente, del ajuar de altares, palios,
estandartes, pendones, mangas, mantas,
alfombras, etc., todo con una detallada
descripción de las telas, sus texturas, filigranas y
pasamanerías, dignas de un estudio aparte. Otro
tanto ocurre con las 121 diferentes piezas
litúrgicas de orfebrería, en su mayoría de plata.
También recoge otros elementos como libros,
misales, aras, cuadros, espejos, mobiliario, etc.
En varios casos se hace referencia a los donantes
(cerca de cuarenta registrados) de las diferentes
piezas, personajes que en su mayoría
concuerdan con sus correspondientes partidas de
bautismo recogidas en los libros del Archivo
Parroquial. Y efectivamente, en la página 29, entre las piezas de orfebrería
figuran -“Una caja (relicario) ovalada que no sé qué reliquia sea, pero
bajo de ella dos cabezas de ángeles y otras cuatro en los ángulos de los
óvalos, pie de plata redondo”, y -“Una Reliquia de San Eutropio
metida en urna de plata con su pie que dice “San Roque” con su pie
ovalado todo de plata, y que “La dio María Ybañez”. Por desgracia,
como es sabido, cuando en 1814 el encono de José Bonaparte llego a su límite
por los continuos enfrentamientos, siguiendo la línea de los hábitos franceses a
lo largo de la historia, de espoliar todo lo que se encuentran a su paso (así se
pueden tener muchos Louvres), y con la excusa de las reyertas para hacer
desaparecer la villa, puso una multa de rápida ejecución, de forma que, de no
ser satisfecha en un breve periodo de tiempo, el pueblo sería arrasado. El
conocido popularmente como “Pepe Botella” sabía muy bien la pauta a seguir
para que las tropas gabachas se llevaran un buen botín. Ante esta desesperada
y apremiante situación, el alcalde, Juan Antonio Álvarez Carnicero, los
regidores del Ayuntamiento y vecinos recurrieron a las jerarquías del Obispado
para que se diera permiso para utilizar las piezas de valor de uso litúrgico de la
Colegiata de San Eutropio y de la Esclavitud del Stmo. Cristo con la intención
de pagar dicha multa. El Obispado dio su permiso, y el día 5 de julio con la
anuencia del párroco, el Ayuntamiento y los representantes de la Esclavitud, se
pagó la cuantiosa multa. (En otros documentos aparece la fecha del 12 de octubre de
1814 como la fecha de tan doloroso saqueo). Pesaron las alhajas aportadas por la
Esclavitud noventa y seis onzas que importaron 7.044 reales de oro. Enorme
suma para aquella época y que suponía todo lo que tenía de valor la hermandad.


No tengo datos de a cuanto ascendió la
aportación de la antigua Colegiata de San
Eutropio, pero está claro que se perdieron
piezas de un inmenso valor, tanto
material, como histórico, artístico y
sentimental, acumulados a lo largo de sus
más de seis siglos de historia anterior a
1814. Y claro está, entre esas piezas, fue
incluida la urna de plata con su pie
ovalado con la “Reliquia de San
Eutropio”, que como hemos visto estaba inventariada en 1758.
¿Qué trayectoria tuvo esa parte de la cabeza de San Eutropio “…con la
sangre y parte de los sesos secos del mártir, que probablemente, cada 7 años se
transformaban volviéndose viscosos, blandos y desprendiendo un intenso olor a rosas que
embriagaban a los que estaban a su alrededor, aconteciendo todo tipo de prodigios,
apariciones, desapariciones y fenómenos asombrosos que, daban más pie a todo tipo de
leyendas, historias y cantares”? ¿Qué cadena de acontecimientos se dieron a lo
largo de los tiempos, desde que Eustela lo envolvió en su velo guardándolo con
veneración como reliquia por aquellos tiempos donde el cristianismo empezaba
su andadura por el occidente de europeo?
Volviendo a Gregorio de Tours los restos del San Eutropio “fueron encontrados
por casualidad por monjes ocupados en despejar terrenos cerca del anfiteatro. Al reconocer
el profundo corte dejado en el cráneo por el hacha del verdugo, habrían tenido una visión
del santo mientras dormían. Luego, los restos habrían sido autenticados por el obispo
Paladio (año 573), quien los habría transportado a la iglesia de San Esteban de Saintes,
ahora desaparecida, antes de erigir una primera iglesia funeraria”. Parece que este
templo no llegó hasta unos siglos después, cuando fue fundado en 1081, a
iniciativa del duque de Aquitania y conde de Poitiers, Guillermo VIII, quien
confió el modesto santuario a la benedictina abadía de Cluny. Desde el
principio se concibió como un santuario de peregrinación con dos niveles,
iglesia arriba y cripta debajo, siendo consagrada por el papa Urbano II en 1096.
El sepulcro con los restos fue depositado en la cripta, y desde entonces ha sido
visitado por infinidad de peregrinos. Todo esto coincide con la nueva
espiritualidad surgida alrededor de las “reliquias” a partir de la Reforma
Gregoriana, y ayudó significativamente a la edificación de templos y
catedrales.

Teniendo en cuenta que la reseña mencionada que dice: “dicha pieza fue
pasando de mano en mano creciendo cada vez más su estimación y llegando a ser la base
de leyendas que hablaban de los milagros más prodigiosos”. No sería de extrañar que
la valorada reliquia del trozo de cráneo San Eutropio hubiera llegado a las manos del duque Guillermo VIII de Aquitania (bisabuelo de Leonor de
Aquitania y esta a su vez madre de la esposa de Alfonso VIII), que según parece
tuvo gran devoción e impulsó la construcción de la primera iglesia al obispo
martirizado.

Cuando en el verano 1170 se llevó a efecto el desposorio de Alfonso
VIII con Leonor, estos tenían respectivamente apenas 15 y 10 años. Según una
crónica, al despedirse, la aún niña, Leonor de su madre, surgieron lagrimas de
los ojos de ambas. Los intereses políticos de Castilla, Inglaterra y el ducado de
Aquitania urgían una rápida consolidación de las relaciones, en oposición a la
alianza entre las coronas de Francia y Navarra. Tres décadas después,
considerando la política de matrimonios habitual entre los diferentes reinos, se
decidió una mejor relación con la corona de los francos. Por esta causa, la
madre de nuestra reina Leonor, es decir la singular Leonor duquesa de
Aquitania y Poitiers, que había sido reina consorte de Luis VII de Francia, que
había exigido acudir con él a las cruzadas a Tierra Santa, argumentado ser la
mayor feudataria de reino franco, que una vez anulado ese matrimonio, casó
con Enrique II de Inglaterra, al cual se enfrentó con mano de hierro para
proteger los derechos dinásticos de sus hijos (lo cual le supuso que su real
esposo la confinara durante
casi quince años), la que había
fundado varios monasterios y
conventos en sus dominios,
algunos para acoger a mujeres
de la Corte que quedaban
viudas, y desamparadas, en el
año del Señor de 1200 y con 78
años, decidió hacer el viaje
hasta Castilla para elegir la
nieta adecuada para ser
consorte de Francia y aprovechar para ver a su hija y conocer a sus ocho nietos.
Como hipótesis, y solo como tal, de estar la reliquia del trozo de cráneo
de San Eutropio en manos del ducado de Aquitania, y teniendo en cuenta esa
espiritualidad alrededor de las reliquias en la época, ya comentada, y ante las
peticiones de nuestros clérigos espinariegos solicitando alguna reliquia del
santo obispo, ¿sería esta la ocasión para que dicha reliquia viajara hasta la
reciente iglesia de El Espinar? Creo que nunca sabremos cuales fueron las
vicisitudes que dieron con dicha reliquia en nuestra iglesia de San Eutropio. En
cualquier caso, debemos también analizar la citada reseña que aparece en el
Inventario de 1758: “La dio María Ybañez” .


En principio, lo que sé de
María Ybáñez es que nació en
1563, hija del Dr. Mateo Ibáñez
de Ribera (nacido en 1525) y
de María Bernaldo Márquez de
Prado (que falleció en 1587).
Fue hermana de Tomás Bañez de Ribera, autor del texto sobre los orígenes de
El Espinar, y fueron sus padrinos de bautismo ¿……? Mexía, Alonso Márquez
de Prado y Dñª María de Prado. También me consta que profeso como monja
en Salamanca.
Una vez contrastadas la existencia de esta donante espinariega, y de su
parentela en el siglo XVI, nos surge la intriga de ¿qué reliquia es la que dona?,
¿cómo llega hasta sus manos y cuando hace entrega de ella? De haber sido antes
de que su hermano Tomás Bañez escribiera su “FUNDACIÓN, NOBLEZA Y COSAS
MEMORABLES DE LA VILLA DE EL ESPINAR” en 1649, ya mencionada, él habría
hecho algún comentario del tema, máxime si tenemos en cuenta la literatura
utilizada en el texto. Es una cuestión que jamás podremos dilucidar. Por otro
lado, es muy extraño que, al pie de la urna de plata con la reliquia, en vez de
poner “San Eutropio”, pusiera “San Roque”. ¿Pudo haber un error de registro
por parte del escribiente Gerónimo Bernardo Fernández?, y de ser así, ¿sería la
“otra caja relicario” el correspondiente a la histórica reliquia del cráneo del
obispo martirizado?, o por alguna causa que desconocemos, ¿se utilizó la urna
de la reliquia de San Roque para contener el trozo de cabeza de San Eutropio?
Sea como fuere, cuando en 1814 los franceses arramplaron con el botín, seguro
que a nadie se la pasó por la cabeza el valor del contenido existente dentro de
las dos cajas relicarios, y menos el origen franco de los mismos. ¿Volvió la
reliquia a territorio francés?, o se ¿vaciaron los contenidos arroyándolos en
cualquier vaguada, y solo conservaron la plata de las cajas relicarios?

Servando Hurtado Gonzalez
Noviembre de 2023


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